Dos videojuegos recientes se apoyan en la necesidad constante que tiene el mundo de la nostalgia al transformar lo melancólico en algo nuevo, a veces de manera brillante y otras con resultados variados.
La creación de UFO 50 llevó más de siete años, una gestación comprensiblemente larga para los 50 juegos completos de esta asombrosa compilación. Desde una pantalla estática que muestra discos de computadora con arte minimalista, se despliegan decenas de juegos.
Todas estas mezclas, imitaciones y tributos están inspiradas en productos de la década de 1980, esa época más inocente en la que los videojuegos eran más pequeños y mucho más difíciles de terminar. Aquí, todos se pueden jugar con solo pulsar unas pocas teclas.
Una potente historia ficticia nos lleva a repasar los títulos más destacados de UFO Soft, una empresa de juegos de ficción que era “poco conocida pero adelantada a su tiempo”.
El compilado tiene tantos géneros completamente distintos que elegir uno es como comenzar a abrir un ingenioso calendario de Adviento.
El resultado es una vertiginosa experiencia psicotrópica. En Waldorf’s Journey jugué como una morsa voladora para salvar frailecillos, lo que me recordó al Llamatron de ritmo más rápido creado por la leyenda de los videojuegos independientes, Jeff Minter.
En Rakshasa fui un guerrero corpulento que se levanta de entre los muertos para luchar contra flores con caras de calaveras que escupen bolas de fuego, en un entorno hindi lleno de demonios. Cuando moría por la lanza de un enemigo, podía conseguir una vida extra jugando una especie de Asteroids infernal de los muertos, en el que evadía las calaveras verdes, los ojos rojos y las burbujas rosas que intentaban destruirme.
Cada juego incluye una descripción entretenida, instrucciones breves y notas del desarrollador. En Party House, que te pide que llenes un espacio con juerguistas “sin que te descubran”, los creadores escriben que los diversos sprites estaban inspirados en sus amigos.
Los gráficos de UFO 50 son decididamente retro; los artistas han hecho un trabajo admirable con los escasos 32 colores a su disposición. Con una paleta de colores pastel al estilo de Miami Vice, Seaside Drive parece una excursión turística con el océano de fondo hasta que empiezan a llover descargas explosivas y tu automóvil se convierte en una máquina de disparar.
Aún más destacable es la variedad de música lo-fi que el desarrollador, Mossmouth, ha incluido para orquestar bandas sonoras de heavy metal, jazz, rock clásico, funk y ragtime.
La dificultad es alta en todo momento y puede impedir que algunas personas obtengan la sensación heroica de haber terminado el juego. Morí constantemente, incluso en Night Manor, una aventura point-and-click que por lo general es de ritmo lento en la que aparece un asesino demente con un cuchillo de carnicero salpicado de sangre.
UFO 50 se inspira en la compilación Atari 50 y puede que a algunos les sorprenda saber que Atari, que terminó hundiéndose por su soberbia, sigue creando juegos décadas después de su apogeo.
Yars Rising, una nueva versión de Yars’ Revenge, de 1982, demuestra que la innovadora compañía está intentando adaptarse a los nuevos tiempos.
Yars’ Revenge narra la historia de un humanoide con rasgos de insecto que lucha contra los Quotile, los destructores de los planetas en los que los Yars viven. Es una especie de historia minimalista de David y Goliat ambientada en una versión de 8 bits del espacio.
La más reciente aventura de 10 horas presenta a una joven hacker, inteligente, pero a veces dispersa, llamada Emi. En un comienzo ambientando como una novela gráfica, la protagonista de cabello azul y ojos rojos va algo retrasada al trabajo y acelera su rutina matutina para alcanzar un tren.
Es enérgica y muestra buen sentido del humor mientras salta, da volteretas y se abre camino a través de un metroidvania estándar para derrotar a QoTech, una megacorporación malvada.
Pocas cosas son innovadoras en este título. Un personaje monótono ayuda a Emi a moverse por el interminable lodazal lleno de conductos de ventilación que compone los niveles del juego.
Hay un joven corpulento que siempre tiene hambre, otro apuesto y servicial que no tiene una personalidad visible y una persona del departamento de Recursos Humanos con unos pechos que rebotan tanto que parecen sacados de la revista National Lampoon de la década de 1970. No hay suficiente variedad en los enemigos con los que te encuentras.
Más allá de los personajes secundarios unidimensionales, Yars Rising es repetitivo hasta el punto de ser banal. Los enemigos robots son rígidos y, en general, más tontos que los soldados de asalto de La guerra de las galaxias.
Como para distraer la atención de la naturaleza mundana, Emi detiene su viaje para señalar el hecho de que, a través de una ventana, puede ver que está lloviendo afuera. Está bien presenciar esa animación, pero habría sido mejor que el jugador la descubriera y admirara.
La parte más atractiva de Yars Rising es el elemento de hackeo, que se muestra con el estilo de los Yars de antaño. Al recodificar las computadoras, Emi puede abrir puertas o recibir mejoras, como un salto más alto. En el monitor, puedes disparar con un cañón espacial al enemigo y los Yars pueden corroer cualquier campo de fuerza.
A medida que avanza el juego, estas pantallas sin adulterar se vuelven atractivamente complejas al agregarle elementos inspirados en, por ejemplo, Space Invaders. Me di cuenta de que los patrones eran tan ingeniosos y artísticos que podrían ser parte de la colección de diseño interactivo del Museo de Arte Moderno, tal vez un agregado al juego original, que ya está allí.
Es una pena que el resto de Yars Rising sea tan mediocre. En su intento por volver a ser una potencia, Atari necesita mejorar su nivel.
Con información de New York Times
Foto: Mossmouth vía The New York Times
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