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Los secretos del feng shui en Hong Kong: rascacielos con “puertas de dragón” y edificios en forma de cuchillo

Hong Kong es una ciudad donde la modernidad y la tradición conviven a cada paso. Entre rascacielos de cristal, calles futuristas y un ritmo acelerado, late una filosofía milenaria que lo define todo: el feng shui.

Esta práctica china, centrada en armonizar la energía para atraer prosperidad, guía desde hace décadas la forma en que se construye la capital financiera de Asia.

Aunque hoy luce como un “Manhattan asiático”, Hong Kong no solo crece hacia arriba por necesidad urbana, sino también para permitir que la energía fluya adecuadamente entre las montañas y el mar.

En esta jungla vertical, donde bancos y corporaciones compiten por centímetros de cielo, nada se deja al azar: desde la orientación de un edificio hasta la forma de sus ventanas.

Una ciudad que crece hacia el cielo pero no olvida el feng shui

El distrito Central, corazón financiero de Hong Kong, fue diseñado bajo la supervisión de expertos en feng shui que determinan cómo debe esparcirse la energía que llega desde los picos cercanos.

Tanto así, que existe una ley que obliga al Gobierno a realizar rituales cuando la armonía se ve amenazada.

La regla principal: la ciudad debe dar la espalda al monte Taiping y mirar hacia el agua.

Desde la plaza de las Estatuas es fácil ver cómo esa filosofía sostiene una selva de edificios que parecen competir por tocar las nubes.

Ninguno sobrepasa al ICC, el rascacielos más alto con sus 484 metros, pero todos muestran esa carrera permanente hacia las alturas.

Incluso las famosas escaleras mecánicas de Central a Mid Levels forman parte del paisaje: por la mañana bajan para ayudar a los trabajadores y por la tarde suben, como si reflejaran el constante vaivén de la energía en la ciudad.

Arquitectura simbólica: coronas, monedas y caminos en zigzag

El distrito financiero es un museo vivo de símbolos y supersticiones. El edificio Jardine presume ventanas redondas que representan monedas, mientras que los techos del IFC imitan coronas, símbolo de poder.

Hay pasillos que zigzaguean para frenar a los espíritus malignos —que, según la tradición, solo viajan en línea recta— y espejos estratégicos que duplican la energía positiva. Todo está pensado para atraer fortuna y ahuyentar lo negativo.

Pero ningún diseño ha causado tanta polémica como la famosa “guerra del feng shui” entre el edificio del HSBC y la torre del Banco de China.

La batalla de los rascacielos: cuchillos contra cañones

Todo empezó en 1985, cuando Norman Foster construyó la sede del HSBC siguiendo al pie de la letra los principios del feng shui: vistas abiertas hacia Victoria Harbour, circulación libre del aire y escaleras colocadas estratégicamente.

La armonía terminó cuando llegó el Banco de China, diseñado por Ieoh Ming Pei. Su fachada triangular y afilada —que para algunos simbolizaba bambú— fue interpretada por expertos como cuchillos que enviaban mala energía a los edificios vecinos.

Para colmo, su inauguración no logró celebrarse el 8/8/88, una fecha clave para la buena fortuna, lo que desató aún más supersticiones.

¿La respuesta del HSBC? Instalar “cañones” en su azotea apuntando directamente a su rival. Una guerra simbólica que aún forma parte del imaginario de la ciudad.

En medio de ambos está el edificio Cheung Kong, cuyo diseño suave y reflectante actúa como mediador energético.

Puertas de dragón: los huecos en los edificios

Quizá el detalle más llamativo al recorrer Hong Kong son esos enormes agujeros cuadrados en rascacielos que parecen incompletos.

No lo están: se trata de las famosas “puertas de dragón”.

Según la mitología china, los dragones descienden desde las montañas hasta el mar, y estos espacios permiten que continúen su recorrido sin obstáculos, llevando fortuna a la ciudad.

Una mezcla perfecta entre creencia ancestral y arquitectura moderna.

Hong Kong es, al final, un lugar donde la espiritualidad y la ingeniería conviven sin contradicción.

Cada edificio, cada línea y cada hueco tiene un propósito energético. Por eso, pasear entre sus rascacielos no es solo atravesar un distrito financiero: es caminar por una ciudad diseñada para que la vida —y la buena suerte— fluyan.

Con información de La Vanguardia.

Regina Yebra Domínguez

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