Valores

Cuando los manicomios eran una atracción: el oscuro turismo del siglo XIX que cambió gracias a una periodista infiltrada

Hubo una época en que los manicomios eran atracciones turísticas.

En el siglo XIX, la gente pagaba por recorrer los pasillos de hospitales psiquiátricos y observar a los pacientes como si fueran parte de un espectáculo.

Lo que hoy parece impensable, era entonces una práctica aceptada tanto en Estados Unidos como en Inglaterra.

Todo bajo la excusa de “despertar compasión” o “conocer los tratamientos médicos”.

Pero en realidad, era puro turismo macabro.

Visitantes curiosos se paseaban por los pabellones riendo, señalando y observando el sufrimiento ajeno, mientras las instituciones usaban las entradas como una fuente de ingresos.

Todo cambió en 1887, cuando la periodista Nellie Bly decidió infiltrarse en el asilo de mujeres de Blackwell’s Island, en Nueva York.

Fingió un episodio de locura, fue internada y pasó diez días viviendo lo que las pacientes soportaban a diario: comida podrida, golpes, castigos y una rutina marcada por el abandono.

Su investigación, publicada en el New York World y luego en el libro Ten Days in a Mad-House, destapó la realidad de estos lugares y sacudió a la opinión pública.

Bly reveló que cuanto más racional se mostraba, más la trataban como loca.

Sus denuncias provocaron una ola de indignación que derivó en reformas históricas en los hospitales psiquiátricos y una nueva mirada hacia la salud mental y los derechos humanos.

¿Manicomios o reducción de lo humano?

Según historiadores como Janet Miron y Troy Rondinone, casos como el de Blackwell’s Island reflejaban una sociedad que veía la locura con miedo y morbo.

Los tratamientos incluían duchas heladas, ataduras físicas y aislamiento.

Lamentablemente los pacientes eran reducidos a simples curiosidades humanas.

Menos de una década después de la publicación de Bly, el asilo cerró sus puertas y se impulsaron leyes de protección y supervisión médica.

Lo que antes fue una forma de entretenimiento, se convirtió en una lección sobre empatía, ética y respeto.

Hoy, los antiguos manicomios sobreviven solo como recordatorios de lo que nunca debería repetirse: un tiempo en que la curiosidad venció a la compasión.

Con información de Infobae.

Regina Yebra Domínguez

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