Un fragmento del mítico Azul Klein se vende por 18,4 millones de euros en París
Un fragmento del mítico Azul Klein se vende por 18,4 millones de euros en París

Un fragmento del mítico Azul Klein se vende por 18,4 millones de euros en París

El “azul infinito” volvió a brillar en el mercado del arte.

Un monocromo del artista francés Yves Klein fue subastado por 18,4 millones de euros en Christie’s París, convirtiéndose en una de las obras más caras del creador del famoso International Klein Blue (IKB).

La pieza, titulada California IKB 71 (1961), mide 4 x 2 metros y ahora ostenta un nuevo récord en Francia.

Pero ¿qué tiene de especial este azul?

Detrás de su apariencia simple se esconde una historia fascinante que mezcla misticismo, investigación cromática, polémicas artísticas y una obsesión por lo infinito.

Del lapislázuli al “azul infinito”: una búsqueda espiritual

Aunque hoy el azul es uno de los colores más usados, durante siglos fue un pigmento raro y casi imposible de conseguir.

Desde el azul de Egipto a base de azurita, pasando por el ultramar hecho del costoso lapislázuli afgano, este color siempre ha tenido un aire sagrado.

Yves Klein (1928-1962) llevó esa tradición a un nuevo nivel.

En 1951 escribió en su diario que la única forma de enfrentar la vida era “usar un poco de infinito”.

Y eso hizo: comenzó creando pequeños monocromos y terminó desarrollando un azul tan puro y luminoso que terminó patentándolo.

Para Klein, el azul no era un color: era un estado espiritual.

“El azul no tiene dimensiones”, decía. Y su búsqueda lo llevó en 1957 a sintetizar un nuevo material usando una resina llamada Rhodopas, que permitía que el pigmento ultramarino conservara su intensidad original.

Así nació el International Klein Blue, una tonalidad que hoy es parte de la cultura visual moderna.

El artista que saltó al vacío… literalmente

Klein no solo revolucionó el color. También desafiaba los límites del arte.

  • En 1958, presentó The Void: una galería completamente vacía que atrajo a miles de visitantes.

  • En 1960, protagonizó su legendaria fotografía Le Saut dans le Vide, lanzándose desde un edificio en un performance que simbolizaba un acto de fe y entrega a lo invisible.

  • Ese mismo año, dirigió sus famosas Antropometrías, donde modelos desnudas cubiertas de Azul Klein se convertían en “pinceles vivientes” mientras una orquesta tocaba una única nota durante 20 minutos.

Todas estas acciones respondían a una misma idea: el arte como vía hacia lo trascendente.

Klein buscaba “liberar la pintura del peso de la materia” y veía el color como un puente hacia lo invisible.

El legado del International Klein Blue

El Azul Klein trascendió los museos: es una referencia en diseño, moda, arquitectura y cultura pop.

Su fuerza visual proviene de su efecto casi hipnótico; Klein afirmaba que el azul era “el color del cielo y del espíritu puro”, capaz de sugerir un espacio sin límites.

Más que un pigmento, el IKB es un símbolo de lo infinito, del vacío pleno, de esa extraña presencia que se siente al mirar uno de sus monocromos.

No es casualidad que, décadas después, un simple retazo de ese azul siga alcanzando cifras millonarias.

Porque al final, lo que Yves Klein vendía no era pintura.
Era una experiencia.
Un pedazo de infinito.

Con información de El nacional.

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