Internacional

Jarritos conquista Corea: el refresco mexicano que enamoró a los fans del K-pop

Hablar de Jarritos es hablar de sabor, color y tradición mexicana.

Lo que comenzó en la cocina de un químico jalisciense se ha convertido en un fenómeno internacional que hoy conquista paladares y redes sociales en lugares tan lejanos como Corea del Sur.

La historia del refresco nació en los años 50, cuando Francisco ‘El Güero’ Hill Ávalos decidió embotellar el espíritu de las aguas frescas mexicanas.

Después de varios experimentos fallidos, Hill logró una mezcla perfecta de jugos naturales y gasificación artesanal.

Así nació Jarritos, un homenaje a los jarros de barro donde tradicionalmente se servían las bebidas frutales en México.

Los primeros sabores, como tamarindo, mandarina, piña y lima, se ganaron el cariño de los consumidores.

Con el tiempo, la marca creció gracias al apoyo del Consorcio AGA, que impulsó su distribución nacional y modernizó su producción.

En 1988, Jarritos dio el gran salto al iniciar exportaciones a Estados Unidos, donde se consolidó como el refresco mexicano más popular entre la comunidad latina.

Hoy, Jarritos se vende en más de 45 países, incluidos Estados Unidos, Canadá, España, Australia y Reino Unido.

Pero uno de los casos más sorprendentes es el de Corea del Sur, donde se ha convertido en una tendencia entre los jóvenes.

Jarritos en Corea del Sur

El éxito se debe a una estrategia de marketing que combina iconografía mexicana con elementos visuales del K-pop y los K-dramas.

Las campañas en redes sociales, llenas de color y guiños culturales, hicieron que miles de coreanos compartieran fotos con las emblemáticas botellas.

Incluso celebridades como Yeosang y Minhyuk han sido vistas disfrutando del refresco, elevando aún más su fama.

En Seúl, Jarritos ya forma parte del ambiente de varios restaurantes mexicanos y hasta cuenta con sabores exclusivos, como mango, guayaba, maracuyá, fresa, sandía y jamaica.

De una cocina en Jalisco a las vitrinas de Asia, la historia de Jarritos demuestra que cuando una marca conserva su identidad y apuesta por lo auténtico, puede conquistar al mundo sin perder su esencia mexicana.

Con información de El Financiero.

Regina Yebra Domínguez

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