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El diente de una vaca que reescribe la historia de Stonehenge

Stonehenge siempre ha sido un rompecabezas: desde teorías de rituales solares hasta especulaciones de contactos con civilizaciones lejanas.

Pero ahora, un hallazgo sorprendente cambia la manera en que entendemos este monumento: el diente de una vaca.

En 1924, arqueólogos descubrieron una mandíbula de vaca cuidadosamente colocada en la entrada sur de Stonehenge.

El hueso, datado entre 2995 y 2900 a.C., permaneció durante décadas como una incógnita.

¿Por qué estaba ahí? ¿Qué significaba?

Cien años después, un equipo de expertos del British Geological Survey, la Universidad de Cardiff y el University College London decidió mirar más de cerca.

El tercer molar de esa vaca fue analizado en nueve secciones para rastrear isótopos de carbono, oxígeno, estroncio y plomo. Y el resultado fue sorprendente.

¿Un diente en Stonehenge?

El estudio reveló que este diente guardaba información de seis meses de la vida de la vaca.

Gracias a los isótopos, los científicos descubrieron que el animal se alimentaba en bosques durante el invierno y en pastizales abiertos en verano.

El estroncio mostró que esos alimentos provenían de distintas regiones, lo que sugiere traslados estacionales o incluso forraje importado.

Pero el detalle más revelador vino del plomo: sus picos coincidían con formaciones geológicas de Gales, el mismo lugar donde se originaron los famosos bluestones de Stonehenge.

En otras palabras, esta vaca probablemente fue llevada desde esa región antes de llegar al monumento.

Una vaca con historia propia

El análisis también dio un giro inesperado: la vaca era hembra y posiblemente estaba preñada o amamantando en el momento en que se formaba su diente.

Esto fue confirmado mediante un innovador método de identificación de sexo basado en péptidos, desarrollado en la Universidad de Manchester.

Según Richard Madgwick, profesor de la Universidad de Cardiff, este hallazgo cambia la perspectiva de la investigación: en lugar de enfocarse solo en las grandes piedras, ahora tenemos la historia íntima de un solo animal que formó parte de ese pasado.

Además, revive una hipótesis intrigante: que el ganado no solo era una ofrenda ritual, sino que también pudo haber tenido un papel clave en transportar los enormes bloques desde Gales.

Una pieza más del enigma de Stonehenge

Michael Parker Pearson, profesor de prehistoria británica en UCL, lo resume así: “Esta es una prueba más del vínculo profundo entre Stonehenge y el suroeste de Gales”.

Aunque el misterio completo de Stonehenge sigue sin resolverse, este diente anónimo se ha convertido en un archivo arqueológico viviente que nos acerca a entender el esfuerzo humano y la vida cotidiana detrás de uno de los monumentos más enigmáticos del mundo.

Con información de National Geographic.

Regina Yebra Domínguez

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