Nadadora se prepara para la salida en competencia de natación
En el deporte de élite, el rendimiento no siempre se mide en tiempos, puntos o medallas; con frecuencia, se evalúa en kilos. Comentarios velados, miradas críticas y silencios incómodos han marcado la experiencia de muchos atletas, dejando secuelas que trascienden la competencia.
La exigencia por alcanzar un ideal físico ha normalizado prácticas que, bajo el disfraz de disciplina, generan vergüenza, control y daño emocional.
El relato de múltiples exdeportistas revela un patrón repetido: aprobación condicionada a la apariencia, elogios por pérdidas de peso ocurridas en contextos dolorosos y ajustes de uniformes sin consentimiento.
Estas experiencias, lejos de ser aisladas, muestran un sistema que antepone resultados a bienestar, y estética a salud mental. Lo que debería ser un espacio para la superación personal se transforma en un entorno donde el cuerpo se percibe como enemigo y la autoestima queda supeditada a la balanza.
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Las soluciones requieren algo más que declaraciones institucionales. Implican capacitar entrenadores en empatía, establecer protocolos que prioricen la integridad física y emocional, y remover del liderazgo a quienes perpetúan dinámicas abusivas, sin importar sus logros competitivos.
El objetivo debe ser construir un deporte que no exija abandonar la pasión para encontrar seguridad, y que reconozca el valor de cada cuerpo, más allá de su forma o tamaño.
La transformación también demanda la intervención activa de las federaciones y organismos internacionales. Estos entes tienen la capacidad de establecer reglamentos claros, supervisar de manera independiente a los entrenadores y sancionar a quienes incumplan normas de respeto y trato digno. La creación de canales de denuncia seguros y anónimos podría ser un primer paso para romper el silencio que mantiene encubiertas muchas de estas prácticas.
Otra pieza clave está en los programas de iniciación deportiva. Incluir módulos de educación sobre imagen corporal, nutrición saludable y gestión emocional desde las primeras etapas de formación permitiría construir una cultura distinta. Al fortalecer la conciencia de atletas, familias y entrenadores sobre los riesgos del abuso psicológico y físico, se incrementan las posibilidades de prevenir traumas que hoy persisten durante décadas.
Nota elaborada con información de Sports Business Journal.
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