El corazón de la Cañada oaxaqueña se llenó de música, colores y aromas con la Primera Feria Cultural de la Ruta del Río Grande.
Un evento que reunió a comunidades, autoridades, artesanos y artistas en el municipio de Cuicatlán, Oaxaca.
La celebración buscó fortalecer este itinerario biocultural reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, mostrando al mundo el valor de sus tradiciones, su historia y su riqueza natural.
Durante la feria, la plaza principal de Cuicatlán se convirtió en un escaparate de cultura viva: hubo música, danzas, bordados, mezcal artesanal, textiles, alfarería y platillos típicos como el mole de chilhuacle, el “chile caldo” y tamales de coloradito.
Todo ello en un ambiente festivo que resaltó la unión comunitaria y la herencia de generaciones.
“El costo de no valorar lo nuestro sería demasiado alto; por eso esta feria demuestra que la Ruta del Río Grande es un espacio de orgullo y desarrollo sustentable”, señaló la arqueóloga Nelly Robles García, del INAH, quien impulsó la iniciativa junto con diversas instituciones nacionales e internacionales.
Ruta del Río Grande: un patrimonio vivo
La Ruta del Río Grande conecta siete comunidades del Valle de Tehuacán-Cuicatlán, una región reconocida por su biodiversidad única y su relevancia arqueológica.
Aquí se domesticaron plantas como el maíz, frijol y calabaza hace miles de años, y se encuentran vestigios como la Cueva de las Manitas, con pinturas rupestres de más de 5,000 años.
El evento también incluyó la presentación del documental La Ruta del Río Grande, del cineasta oaxaqueño Alexanderson Bolaño, que retrata sin filtros la vida y el paisaje de esta región, invitando a conocerla desde la autenticidad de sus comunidades.
Además de la fiesta cultural, se anunciaron proyectos para fortalecer el turismo sustentable, como la construcción de un Centro de Interpretación en Santiago Dominguillo, que contará con salas de exposición, un jardín de cactáceas y espacios para promover la educación ambiental y la identidad local.
La feria concluyó entre bailes, marimba y la voz de niños que recordaron a los asistentes que la Ruta del Río Grande no es solo un camino, sino un proyecto de vida, memoria y futuro compartido.
Con información de El Economista.