El reinado de los influencers parece tener competencia. Desde TikTok hasta Instagram, un nuevo movimiento conocido como desinfluencing está ganando fuerza, y su mensaje es claro: pensar dos veces antes de comprar lo que vemos en redes sociales.
La llamada generación Z es la que más está impulsando esta tendencia.
Ya no se trata de presumir compras masivas con el famoso “haul”, sino de cuestionar si realmente necesitamos esos productos que los influencers muestran como imprescindibles.
Un ejemplo es Diana Wiebe, creadora con más de 200 mil seguidores, quien confesó a la BBC que llegó a comprar rizadores que solo usó una noche porque TikTok la convenció.
Ahora, en lugar de fomentar el consumo, invita a sus seguidores a frenar, reflexionar y consumir de manera más consciente.
El desinfluencing es un cambio cultural y ambiental
El desinfluencing no solo busca cuidar la cartera, también pone sobre la mesa el impacto ambiental de la moda rápida.
La estilista Lucinda Graham y la autora Aja Barber señalan que este movimiento recuerda que “el subconsumo es el consumo normal”.
Y es que, según datos citados por la BBC, cada año se producen más de 100 mil millones de prendas en el mundo, y más de la mitad acaba en la basura en menos de un año.
Otros testimonios, como el de la creadora canadiense Christina Mychaskiw, refuerzan la idea: tras endeudarse comprando unas botas más caras que su renta, ahora promueve revisar lo que ya tenemos antes de dejarnos arrastrar por la tendencia del momento.
El desinfluencing se ha convertido en un recordatorio de que el consumo desmedido no es sostenible ni para el planeta ni para nuestras finanzas.
En un mundo donde la industria del marketing de influencers supera los 21 mil millones de dólares, este movimiento propone algo diferente: vivir con menos, pero con más conciencia.
Con información de El Confidencial.