Bajo el pincel del pintor Antonio M. Ruiz desfilaron numerosos personajes mexicanos, desde la vida urbana hasta escenas cotidianas del México posrevolucionario: vendedoras de billetes de lotería, cantantes de ópera, serenatas, salones de baile y cantinas, hasta lograr capturar la moda de los años 20.
Este rico vitral cultural, creado por el artista conocido como “El Corcito”, se exhibirá en la exposición Montajes y Escenas del México Moderno, en el Museo Amparo de Puebla, hasta el 4 de noviembre de 2024.
“‘El Corcito’ es uno de los de los primeros en representar las escenas de la Ciudad de México, que a partir de los años 30, empieza a tener una profunda transformación urbana, donde aparecen en el paisaje edificios, cada vez, más altos tipo rascacielos, pasajes comerciales y donde mucho de eso convive con una migración de campesinos a la ciudad, quienes se convirtieron en la nueva mano obrera”, narra el historiador de arte y curador, Luis Vargas Santiago, en entrevista con Reporte Índigo.
Además de ser un “gran observador de su tiempo”, como lo define Luis Vargas, Antonio M. Ruiz tuvo una estrecha relación con otras disciplinas artísticas como la arquitectura, el teatro, la danza y el cine y es, precisamente esta última la que, junto con el equipo curatorial, conformado también por Dafne Cruz Porchini, quisieron profundizar en esta muestra.
La exposición El Corcito. Montajes y Escenas del México Moderno se divide en seis núcleos, cada uno de los cuales recopila diversas expresiones artísticas desarrolladas por el artista.
Esta muestra incluye 82 piezas, entre las que se encuentran sus obras más conocidas, así como fotografías y cartas de su archivo personal, bocetos de vestuarios para ballet, maquetas y escenografías teatrales, dibujos de sets cinematográficos, decoraciones para salas de cine y las escasas, pero significativas comisiones murales que llevó a cabo.
Estos materiales ayudan a entender mejor la singular interpretación de la realidad que Ruiz recreó en sus pinturas, como si se tratara de “escenas teatrales” o de “montajes visuales”, donde una variedad de acciones es plasmada en un mismo espacio.
Bajo el impulso de medios de comunicación plenamente modernos, como la fotografía, el cine o la publicidad, “El Corcito” produjo formas alternativas de representación en un período en el que el arte mexicano era dominado por discursos nacionalistas e identitarios.
“Él trabajó en diferentes momentos realizando escenografías. Creemos que su comprensión del espacio cinematográfico fue muy importante, complejo y lleno de personajes y acciones que resuenan con la idea de la teatralidad, o casi como un montaje de una película.
Además, se exhiben los bocetos de cuatro paneles murales encargados por el empresario Valente Souza, los cuales fueron colocados en su biblioteca personal.
En cuanto a su participación en el cine, se destaca que realizó escenografías para películas como Vámonos con Pancho Villa (1935) y Las mujeres mandan (1937), ambas dirigidas por Fernando Fuentes.
Montajes y Escenas del México Moderno es una invitación para revisitar a este artista, cuya última exposición fue en el Museo Dolores Olmedo, en el 2009.
Luisa Barrios, curadora y una de las nietas de “El Corcito”, se encargó de organizar el archivo de su abuelo, incluso, de catalogarlo para darle un sentido.
“Revisamos este material en un momento coyuntural, porque a partir del año pasado, este archivo se llevó al Getty Research Institute, de Los Ángeles, ahí va a estar disponible para consulta de toda la gente, a partir de octubre de 2025”, narra.
El archivo de “El Corcito” no solo documenta su producción artística, sino que también incluye correspondencia con figuras relevantes como Frida Kahlo, Roberto Montenegro y Rufino Tamayo.
Esta colección ofrece una visión enriquecedora del contexto artístico de la primera mitad del siglo XX y revela aspectos de “El Corcito” que van más allá de su figura como artista.
Fue maestro en el taller de maquetas de la Escuela de Ingeniería del Politécnico Nacional y director fundador de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”.
Estos documentos, incluidos planes de estudio y otros materiales, son valiosos para entender su impacto en la educación artística en México.
En cuanto a la censura, Vargas aclara que “El Corcito” no la sufrió directamente. Aunque sus murales, la mayoría comisiones privadas, no se exhibieron frecuentemente.
Un caso particular es el mural destruido en el Sindicato Mexicano de Cinematografistas, realizado en 1940 porque los integrantes del sindicato no se sintieron representados por él.
“Conocemos su arte por algunas exposiciones, pero no fue alguien que estuviera vendiendo o presentando a menudo sus murales; fueron todos comisiones privadas. Por ejemplo, el mural que se destruyó en el Sindicato Mexicano de cinematografistas mostraba el momento de una filmación.
“Era en blanco y negro, distinto de los murales en color con escenas mucho más didácticas que él acostumbradas, entonces el Sindicato decide reemplazarlo por una placa conmemorativa, pero creo que, quizá, no entendieron su trabajo”, opina.
De acuerdo con el curador, todavía es necesario realizar más investigación y llevar a cabo más exposiciones sobre “El Corcito”. En ese sentido, la muestra del Museo Amparo se presenta como una contribución significativa al conocimiento ya existente.
“La exposición aborda preguntas contemporáneas y busca despertar el interés de una nueva generación, que probablemente no tenía tan presente a este pintor en su radar”, apunta Vargas.
Con información de Reporte índigo
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