En París, bajo el jardín de las Tullerías, existe un misterioso laboratorio subterráneo, donde las obras de arte revelan sus secretos. Se trata del Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia (C2RMF), publica la AFP.
Detrás de una puerta blindada a 17 metros bajo tierra, este lugar que opera bajo grandes medidas de seguridad, tiene una superficie de 5 mil 900 metros cuadrados. Sus tres niveles albergan un plató técnico, un acelerador de partículas llamado y salas de examen donde los objetos de arte reciben regularmente un «chequeo médico».
Ahí trabajan 150 especialistas, entre conservadores, radiólogos, químicos, geólogos, ingenieros metalúrgicos y arqueólogos, encargados de examinar cerca de mil obras de arte francesas y extranjeras cada año.
Los estudios técnicos y tecnológicos realizados en este sitio permiten identificar los materiales con los que se hicieron las obras, su procedencia y antigüedad, cómo fueron ensamblados, así como los fenómenos de alteración que son invisibles a simple vista.
En función de esos análisis altamente sofisticados, algunas obras son luego encaminadas a los talleres de restauración, ubicados en una ala del Louvre y en Versalles.
Nuestras escenas del crimen son los hallazgos arqueológicos. Tratamos de entender quién las hizo, cómo y por qué, como en una investigación policial
– David Bourgarit. Líder del proyecto
El C2RMF ha analizado obras maestras como la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, los vitrales de la Santa Capilla de París o de la catedral de Notre Dame, un sable del emperador Napoleón o la escultura del Auriga de Delfos.
Recientemente, el centro recibió los restos de una escultura monumental camboyana del siglo XI para una serie de análisis. La escultura será parcialmente restaurada antes de una exposición programada en 2025 en el Museo Guimet de artes asiáticas en París y luego en Estados Unidos.
Obra maestra del arte jemer, descubierta en 1936 en el sitio de Angkor, esta escultura monumental es una de las pocas representaciones de este dios del hinduismo en su forma reclinada.
«Faltan muchos fragmentos, pero originalmente tenía una longitud de aproximadamente seis metros, una diadema y un tocado», dice David Bourgarit, ingeniero de investigación en arqueometalurgia, quien dirige el proyecto.
Las pruebas se realizan en una sala especial, con puertas de plomo, para evitar la radiación.
«En las cejas, esos pequeños puntos blancos son claramente metal añadido, más denso que el cobre, pero necesitaremos realizar otros análisis para determinarlo», cuenta.
«Somos como la NASA, cada uno con su especialidad. Nuestras escenas del crimen son los hallazgos arqueológicos. Tratamos de entender quién las hizo, cómo y por qué, como en una investigación policial,» comenta Bourgarit.
El Vishnu será examinado y fotografiado minuciosamente. Algunas áreas serán «exploradas con otras técnicas como la fotogrametría, escaneos 3D, fluorescencia de rayos X, para determinar la composición de un material, o la espectrometría», comenta.
“Los especialistas examinan cerca de mil obras de arte francesas y extranjeras cada año”.
Algunos fragmentos quizás serán examinados por el «Acelerador (de partículas) de Análisis Elemental del Grand Louvre, el único en el mundo que trabaja exclusivamente con obras de arte,» explica Quentin Lemasson, ingeniero y especialista en este equipo.
El Aglae se puede comparar con el CERN (el laboratorio europeo para la física de partículas) que se halla bajo tierra entre Francia y Suiza, aunque consume 1.000 veces menos energía, precisa Lemasson.
Con el acelerador «creamos partículas, las aceleramos, las hacemos pasar por un tubo largo y luego surge un haz que interactúa con el objeto. De ese choque salen diferentes tipos de radiación, algunas partículas rebotan y crean energía. Todo ello nos permite determinar grosores, detectar si se utilizó oro sin tener que extraer muestras, o determinar la proporción de cobre y estaño en un bronce,» comparte Lemasson.
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