“Cuatro de cada diez libros que se consumen en nuestro país son piratas”, afirmó Quetzalli de la Concha, experta en propiedad intelectual durante la charla sobre piratería editorial organizada en días recientes por el Centro Cultural Tijuana, institución de la Secretaría de Cultura.
En el marco del Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor, la abogada De la Concha planteó la paradoja de que mientras “en 2020 decreció la venta de libros impresos en México, la venta de piratería se mantuvo” en el mismo periodo.
Con las librerías cerradas debido la pandemia, evaluó la abogada, “se inhibió la venta de ejemplares impresos de la industria editorial, pero los piratas siguieron vendiendo como siempre en la vía pública y mercados sobre ruedas”.
“Este comercio informal mantuvo su venta”, subrayó la presidenta del Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor (CeMPro) durante la conversación que sostuvo con Jaime Cháidez Bonilla, coordinador de Contenidos y Memoria del Cecut.
Al mismo tiempo, en 2020 “el consumo digital de contenidos creativos y entretenimiento, y la lectura en pantalla aumentaron drásticamente, pasando de un 10-15% del tiempo total de lectura a casi un 40%”, sin embargo, lo que no aumentó fue la venta o facturación de libros digitales que “no llegó ni al 5%”, agregó la experta.
Esta desproporción obedece, de acuerdo con la Cámara de la Industria Editorial Mexicana, a la apertura de sitios de internet que comparten diversos contenidos “obteniendo beneficios ilícitos”.
Al compartir, a través de aplicaciones de telefonía celular y por redes sociales, libros en formato digital se está minando la posibilidad de venta, alertó la abogada De la Concha al comentar que “pasamos de recomendar libros de boca a boca, a hacer una dinámica en la que se comparte un archivo PDF obtenido mediante piratería informática”.
“El autor ni siquiera se entera de esto y está pensando que su libro es un fracaso debido a que no se vendió, cuando en realidad todo el mundo lo está leyendo, compartiendo, comentando, pero inhibiendo la venta formal del libro”, explicó la también integrante de la Barra Nacional de Abogados y de la Asociación Mexicana para la Protección de la Propiedad Intelectual.
En esas circunstancias, advirtió, “el autor ya no puede dedicarse cien por ciento a escribir” y hay que tener en cuenta que “ser autor es un trabajo, una profesión, que implica talento, tiempo, creatividad y un esfuerzo de 24 horas, siete días a la semana”.
Pero el autor no es el único que resulta perjudicado por la piratería y entre otras afectadas también están las editoriales, que son ciertamente empresas, pero también “son familias que dependen de esta industria, pues detrás de cada libro hay editores, correctores de estilo, formadores, diseñadores; por otro lado, también están los libreros que forman parte fundamental de la cadena del libro y que no están viendo un resultado de esta producción creativa”.