Los programas de inteligencia artificial se enfrentan ya al mundo de escritores y cineastas pues afirman que sus bolsillos enflaquecen ante las competencias de las máquinas, cuando no son ellas sus enemigos, sino el mercado capitalista, que los convierte en mercancías.
Desde mayo y hasta el 8 de noviembre último, actores y guionistas de Hollywood protagonizaron una huelga de meses que paralizó la industria del entretenimiento, atrasó cientos de programas y películas, y costó miles de millones de dólares a la economía estadunidense.
De acuerdo a Prensa Latina las razones de más peso fueron sus críticas al pago de lo que llaman residuales, en referencia a las regalías que tanto unos como otros reciben de los canales de televisión por la transmisión de las películas y series que existen gracias a ellos.
El otro motivo de peso fue la exigencia de una mayor regulación con respecto a los usos de la inteligencia artificial. El personal artístico y los escritores están viendo cómo cada vez más es utilizada para sustituirlos.
Muchos empresarios y científicos coinciden en que el potencial de este instrumento para transformar la sociedad exige que se produzca un consenso mundial que marque el paso.
Todo lo que existe en la red se puede crear a través de una inteligencia artificial. Con su interpretación puede generar combinaciones explorando espacios a los que nadie ha llegado antes, declaró el experto español Carles Sierra a la publicación Culturplaza, a demás director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España y presidente de la Asociación Europea de Inteligencia Artificial.
De esta manera, la palabra miedo aparece cada vez más en boca de los artistas, preocupados por el futuro de su obra y de su bienestar, que depende del mercado, ante el avance rápido de los usos de la nueva herramienta.
Una cosa es usarla a modo de inspiración como un nuevo punto de vista o instrumento de trabajo, consideran algunos; otra es cambiar al artista por estos programas informáticos.
Sin embargo, Sierra subraya que la máquina no es nada sin el intermediario: Algo que no podrá sustituir nunca la IA es el contacto humano, la explicación social.
Al cineasta estadunidense Mitchell Block, ganador de un Óscar por productor ejecutivo del cortometraje Big Mama (2000), premio al Mejor Documental en la 73 edición de estos premios, no le preocupa que los humanos sean sustituidos por la IA, al menos por ahora.
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