Cuando uno piensa en surf, Boise, una ciudad rodeada de montañas y a cientos de kilómetros del océano, no suele ser la primera opción.
Sin embargo, este rincón del noroeste de Estados Unidos está rompiendo esquemas gracias al Boise Whitewater Park, una innovadora instalación de olas artificiales que revolucionó el deporte y la vida urbana, según Smithsonian Magazine.
Un río, una idea y una ciudad dispuesta a transformar su paisaje: Boise
La historia comenzó en los años 90, cuando ciudadanos, autoridades y organizaciones se unieron para eliminar presas peligrosas del río Boise y mejorar la seguridad del entorno.
Con visión a futuro, años de planeación y una recaudación de 4 millones de dólares, en 2012 abrió la primera etapa del parque: el primer sistema de olas ajustables en todo Estados Unidos.
Su tecnología compuertas neumáticas y paneles de control, permite crear olas con diferentes formas y flujos, pensadas tanto para principiantes como para surfistas expertos.
En 2019 llegó la segunda fase, con una inversión de 11 millones de dólares, que amplió el espacio con dos zonas separadas y la posibilidad de generar hasta 20 tipos de olas con caudales que van desde 7 hasta 113 metros cúbicos por segundo.
Una comunidad que creció junto a las olas
Lo que empezó como un atractivo para kayakistas terminó convirtiéndose en un fenómeno social.
Más de mil residentes practican surf todo el año y cada semana los visitantes llegan desde distintos estados para probar las olas ajustables del parque.
Paul Primus, jefe de técnicos de olas, lo resume perfectamente: surfear en Boise “es demasiado divertido como para no volverse enorme”.
Y no tardó en volverse parte de la identidad local. Hoy conviven surfistas, kayakistas, pescadores y ciclistas compartiendo el mismo espacio, con horarios alternados y un ambiente que atrae a multitudes, sobre todo en verano.
Además, la llegada de nuevos habitantes —muchos desde California, con sus tablas bajo el brazo— impulsó aún más esta nueva cultura deportiva.
Un motor de desarrollo económico y urbano
El impacto del Boise Whitewater Park no se quedó en el deporte.
Su expansión se combinó con mejoras en la vía verde que bordea el río, beneficiando tanto a Boise como a su vecino Garden City.
Esta última vivió una auténtica transformación: desarrollos inmobiliarios, restaurantes, tiendas de surf y bares que antes no existían.
Doug Holloway, exdirector de Parques y Recreación, asegura que Boise es un gran lugar para vivir: costo de vida accesible, actividades al aire libre y ahora, un “océano” en medio del interior del país.
El modelo Boise se replica
El ejemplo ha sido tan exitoso que varias ciudades buscan replicarlo.
Tulsa, Oklahoma, abrió su propio parque de olas en 2024. Des Moines, Iowa, avanza en un proyecto de 114 millones de dólares que podría duplicar el gasto local.
Skowhegan, Maine, comenzará en 2026 un parque de aguas bravas que promete crear más de 130 empleos y aumentar los ingresos fiscales.
Incluso pequeñas localidades como St. Anthony, en Idaho, estudian convertir sus ríos en polos turísticos inspirados por el caso Boise.
El surf urbano ha demostrado tener una barrera de entrada baja y un potencial enorme, no solo para deportistas sino también para espectadores y emprendedores.
Y lo mejor está por venir
Para Paul Primus y otros líderes del proyecto, el futuro es prometedor.
Con tecnología que sigue evolucionando y más ciudades interesadas en adoptar el modelo, el surf urbano se perfila como una alternativa deportiva, económica y recreativa que cambiará el diseño de las ciudades lejos del mar.
Boise ya lo hizo. Y todo indica que no será la última ciudad en montar sus propias olas.
Con información de Infobae.
