Un fresco muy especial fue descubierto recientemente.
Cuando el Vesubio hizo erupción en el año 79 d.C., el cristianismo apenas empezaba a asomarse por el Mediterráneo.
Aun así, Pompeya no solo conservó casas, calles y un final trágico bajo cenizas: también guardó pistas de cómo se vivía la religión romana y cómo esta se mezclaba con creencias de lugares tan lejanos como Egipto.
Lo sorprendente es que entre esos restos apareció algo que nadie esperaba: un fresco que parece mostrar una escena del Paraíso… pero hecha siglos antes de la influencia cristiana.
El hallazgo que desconcertó a los arqueólogos
En 1953, mientras se excavaba la llamada casa de los Cubículos Florales, los arqueólogos encontraron un pequeño cuarto pintado de negro.
Sus paredes no tenían las decoraciones coloridas típicas de Pompeya, sino un conjunto de frescos que mostraban árboles majestuosos.
En el panel central se distingue claramente una higuera, reconocible por sus frutos.
Para los romanos, este árbol era sagrado, pero lo que realmente sorprendió fue la figura de una serpiente subiendo por su tronco.
¿Se trataba del Árbol del Paraíso… en pleno siglo I?
Sincretismo: cuando las religiones se mezclan en un fresco
Aunque pueda parecer una imagen “bíblica”, los investigadores aseguran que este fresco no es cristiano.
Más bien es la prueba de cómo distintas religiones (romana, egipcia y luego cristiana), compartieron símbolos durante siglos.
Los primeros cristianos convivieron con religiones politeístas y tomaron prestados muchos elementos.
Egipto, por ejemplo, influyó profundamente en ellos: la cruz que hoy se asocia a Cristo era una representación del Árbol de la Vida en la tradición egipcia.
Este sincretismo explica por qué ciertos símbolos aparecen en diferentes culturas con significados tan parecidos.
El Árbol de la Vida: un símbolo que viajó por el mundo
El mito del Árbol de la Vida no es exclusivo de una religión.
Romanos, judíos, egipcios e incluso vikingos tenían su propia versión.
Los romanos lo asociaban con la higuera que protegió a Rómulo y Remo; los egipcios, con el sicomoro que custodiaba al dios Ra; y según el Antiguo Testamento, en el Paraíso crecían dos árboles prohibidos.
Que este símbolo apareciera en una casa romana muestra lo mucho que estas creencias se entrelazaban antes de que el cristianismo se volviera religión oficial del Imperio en el año 380 d.C.
¿Y la serpiente? Un símbolo muy distinto al de hoy
En el cristianismo, la serpiente suele representar la tentación y el mal. Pero para los romanos era todo lo contrario: un ser de fertilidad, renacimiento y sabiduría.
Su capacidad de cambiar de piel la convertía en un símbolo de inmortalidad. Incluso se creía que traía buena fortuna.
Con el tiempo, la Iglesia reinterpretó este animal como representación del paganismo que debía ser erradicado.
De ahí surgieron historias como la del dragón vencido por San Jorge o la “expulsión” de serpientes por San Patricio en Irlanda.
Un fresco que sobrevivió para contar otra historia
Gracias a las cenizas del Vesubio, el fresco de Pompeya quedó oculto durante siglos.
Hoy nos revela que las raíces del cristianismo son más antiguas y complejas de lo que solemos imaginar, y que muchos de sus símbolos nacieron mucho antes de que Jesús fuera conocido.
Un recordatorio de que la historia siempre tiene algo más que decirnos… incluso desde un cuarto pintado de negro hace casi dos mil años.
Con información de National Geographic.
