Hacer que los niños disfruten la cultura no tiene que ser una batalla.
De hecho, el secreto está en cambiar el enfoque: no se trata de memorizar datos, sino de descubrir el mundo con curiosidad y emoción.
Aquí van cuatro claves para despertar en ellos el amor por la cultura, sin que lo vean como una tarea.
1. En el museo: menos es más
Olvida los recorridos eternos y las prisas por verlo todo.
La idea no es acumular obras, sino conectarse con unas cuantas. Elige tres piezas, mírenlas con calma y hablen sobre ellas:
- “¿Qué historia crees que cuenta esta pintura?”
- “¿Qué colores te llaman la atención?”
Un tip extra: antes de ir, hagan una visita virtual.
Ver previamente las obras reduce la ansiedad y hace que los niños lleguen emocionados por reconocer lo que ya vieron.
2. De espectadores a creadores
Los niños aprenden amando lo que hacen, no solo lo que observan.
Motívalos a crear su propia versión de una obra famosa con materiales caseros: plastilina, cartón, legumbres… ¡todo sirve!
Y si les gusta el teatro, monten una mini función en casa. Disfraces, voces y risas: la dramatización es el mejor primer paso hacia el arte escénico.
3. Cultura para todos los sentidos
La cultura también entra por el oído y el paladar. Prueba un viaje gastronómico en familia: preparen un platillo típico de otro país y cuenten su historia.
Mientras cocinan o juegan, pon música clásica o jazz y pídeles que adivinen los instrumentos.
Este ejercicio estimula la atención y la escucha activa de forma natural.
4. Curiosidad y libertad: la fórmula perfecta
El interés cultural florece cuando hay libertad.
Anímalos a ir a la biblioteca y elegir sus propios temas: dinosaurios, mitología, pintura, astronomía… lo que despierte su curiosidad.
Un gran ejemplo es Shakira, quien a través de su Fundación Pies Descalzos promueve el arte y la música como herramientas poderosas para el desarrollo infantil.
Porque al final, el éxito cultural no se mide por cuántos datos memorizan, sino por la pasión con la que exploran el mundo que los rodea.
La cultura, cuando se vive con emoción, se convierte en juego, en arte y en una forma maravillosa de crecer.
Con información de Diario siglo xxi.
