¿Puede un edificio ayudar a recordar? En distintos rincones del mundo, la arquitectura para el Alzheimer demuestra que sí.
Países Bajos, Francia y Argentina son escenario de tres proyectos que apuestan por algo más que el cuidado médico: crear espacios que acompañen la memoria, la autonomía y la tranquilidad de quienes viven con esta enfermedad.
Un pueblo donde la memoria sigue caminando
A 15 minutos de Ámsterdam, existe un lugar que parece sacado de una película: Hogeweyk, también conocido como Villa Demencia.
Allí, las personas con Alzheimer viven en un entorno que imita un pequeño pueblo, con calles, tiendas y cafeterías.
Pero no es una escenografía, sino una estrategia terapéutica.
Los cuidadores no usan uniforme y asumen roles cotidianos, como tenderos o vecinos para ayudar a los residentes a mantener su independencia dentro de un espacio seguro.
Con 27 casas y 15 mil metros cuadrados, el proyecto busca proteger sin encerrar.
La idea, que nació como experimento en 1993, cambió por completo la forma de pensar los cuidados: la arquitectura también puede ser medicina.
Dax: naturaleza, calma y sentido de pertenencia
Inspirado en el modelo neerlandés, el proyecto de Dax, en el suroeste de Francia, propone una aldea sin disfraces.
No simula una ciudad, pero sí busca que cada rincón sea familiar.
Diseñado por el estudio NORD Architects, su estructura evita los callejones sin salida y ofrece senderos circulares para caminar sin perderse.
Los materiales, colores y texturas evocan lo cotidiano, fomentando el reconocimiento y la calma.
“Para las personas con demencia, el entorno no debe ser un reto, sino un apoyo”, explica el arquitecto Morten Gregersen.
Por eso, este espacio prioriza la naturalidad sobre la simulación: acompaña la vida tal como es, con rutinas y espacios reconocibles.
Buenos Aires: un edificio pensado desde el cuidado
En Argentina, la Residencia Manantial es pionera: el primer edificio diseñado desde cero para personas con deterioro cognitivo.
Nada está puesto al azar: los pisos son circulares, las barandas son continuas y los jardines no tienen fin, para que nadie se pierda ni se sienta limitado.
Cada habitación tiene una vitrina con objetos personales, las baldosas imitan las veredas porteñas y los baños están pensados para ser visibles y accesibles.
“La arquitectura puede cuidar”, resume Fernando Shalom, director de la residencia.
“Diseñamos para preservar la autonomía, no para reemplazarla prematuramente”.
Los resultados acompañan sus palabras: después de seis meses, un 30% de los residentes mejora su funcionalidad y más del 60% mantiene sus capacidades.
No hay cura, pero sí una mejora real en la vida diaria.
Espacios que recuerdan por nosotros
Estos tres proyectos parten de una misma premisa: el entorno físico influye tanto como la medicación.
En ellos, un pasillo circular puede evitar el miedo, una lámpara bien colocada puede prevenir una crisis, y una foto en una vitrina puede reactivar un recuerdo.
Son recordatorios silenciosos de que el diseño, cuando se piensa con empatía, también puede sanar.
“No se trata de que la persona se adapte al edificio, sino de que el edificio se adapte a la persona.”, Mara Maslavski, coordinadora gerontológica de Manantial.
Porque, a veces, una buena arquitectura no solo se habita: también abraza.
Con información de TN.
