Los mayas no solo construyeron pirámides y ciudades impresionantes: también dominaron la astronomía.
Gracias a su calendario lunar, lograban predecir eclipses solares y lunares con una precisión que hoy sigue asombrando a los científicos.
El secreto está en el Códice de Dresde, un manuscrito maya de más de 800 años, conservado en Alemania.
Este códice de 3,56 metros y 39 hojas de pasta de corteza de árbol contiene rituales, calendarios y, sobre todo, una tabla astronómica que registra 405 ciclos de la Luna, equivalentes a unos 33 años solares.
Los “vigilantes del tiempo” mayas observaban la luna y los eclipses generación tras generación, registrando los datos con paciencia y ajustando su tabla para mantener la precisión.
Así crearon un sistema que combinaba dos calendarios: el lunar y el ritual Tzolk’in de 260 días.
Los investigadores descubrieron que la tabla incluía puntos de reinicio en los meses 223 y 358, que coinciden con los ciclos astronómicos modernos Saros e Inex, utilizados para predecir eclipses.
Gracias a esta ingeniosa combinación de observación empírica y matemática simbólica, los mayas podían anticipar eclipses con un margen de error de menos de un día, incluso a lo largo de siglos.
Lo más sorprendente es que sus cálculos no solo servían para Mesoamérica: también predecían eclipses en otras partes del mundo.
Para los mayas, estos fenómenos eran momentos de gran simbolismo, asociados a peligros cósmicos, y se integraban en ceremonias y decisiones sobre la vida de las personas.
Este descubrimiento muestra que los mayas construyeron una especie de “algoritmo” ancestral que combinaba ciencia, observación y ritual, un testimonio impresionante de su conocimiento astronómico milenario.
Con información de National Geographic.
