Durante el nazismo tuvo lugar uno de los mayores saqueos de la historia del arte.
Miles de obras fueron arrebatadas a familias judías que debían huir o eran perseguidas.
Pinturas de artistas de renombre se convirtieron en botines de guerra y hasta en trofeos ideológicos para el Tercer Reich.
Dos casos recientes muestran cómo ese expolio sigue marcando la agenda cultural y judicial en pleno siglo XXI.
La Dama de Oro: una obra de arte símbolo de justicia
El “Retrato de Adele Bloch-Bauer I”, de Gustav Klimt, también conocido como La dama de oro, fue encargado en 1907 por Ferdinand Bloch-Bauer, un industrial judío de Viena.
Con la llegada de los nazis en 1938, la familia perdió todo: sus bienes fueron confiscados y las obras de Klimt pasaron a manos del Estado austríaco.
Décadas más tarde, Maria Altmann, sobrina de los Bloch-Bauer, inició una batalla legal que se convirtió en un símbolo de restitución.
Tras años de litigios en Austria y Estados Unidos, en 2006 la justicia determinó que las pinturas habían sido robadas y debían regresar a la familia.
La dama de oro fue trasladada a Los Ángeles y vendida poco después por 135 millones de dólares al coleccionista Ronald S. Lauder.
El caso inspiró incluso películas y debates sobre el destino del arte robado por los nazis.
El retrato olvidado que reapareció en Argentina
Pero no todo el arte robado terminó en museos o grandes galerías.
En 2025, un hallazgo inesperado puso el tema nuevamente en los titulares.
El “Retrato de dama”, del pintor barroco Giuseppe Ghislandi, apareció de forma casi accidental en una foto publicada por una inmobiliaria de Mar del Plata.
La pintura, que había pertenecido a un coleccionista judío en Ámsterdam, estaba colgada sobre un sofá verde en la casa de la familia de Friedrich Gustav Kadgien, un jerarca nazi que se instaló en Argentina tras la guerra.
La justicia actuó de inmediato: hubo allanamientos, detenciones preventivas y, finalmente, el cuadro quedó bajo custodia de la Corte Suprema hasta que se determine su destino.
Su valor de mercado ronda los 50.000 dólares, pero su verdadero peso es histórico y simbólico.
Ambas historias muestran cómo el arte robado por los nazis aún genera batallas legales, tensiones diplomáticas y reclamos de justicia.
Para las familias despojadas, recuperar estas piezas no es solo un asunto económico, sino también un acto de memoria y reparación frente a uno de los capítulos más oscuros del siglo XX.
¿Qué será de estas obras de arte en un futuro?
¿Qué harías si te encuentras una obra de arte similar pro accidente?
Con información de Infobae.