La escena de bares en Nepal ha dado un salto inesperado. En 2025, Barc, ubicado en Katmandú, alcanzó el puesto 35 en la lista Asia’s 50 Best Bars, la primera vez que un establecimiento nepalí figura en ese ranking. Este reconocimiento refleja cómo el país empieza a consolidar un estilo propio en la coctelería contemporánea.
Ante la dificultad de importar productos, bartenders nepalíes comenzaron a crear lo que no podían comprar. Fabrican hielos cristalinos en sus propios talleres, desarrollan bitters artesanales y elaboran jarabes con botánicos endémicos como el rododendro.
También utilizan cítricos cultivados en zonas montañosas y destilados tradicionales como el aila, bebida de arroz con fuerte arraigo cultural. Esta limitación se transformó en ventaja, pues convirtió la escasez en un motor de innovación.
Una identidad que se abre camino
Las cartas de bebidas recuperan sabores de la infancia y los reinterpretan en tragos modernos. Ingredientes como titaura o khattu aportan nostalgia y personalidad a combinaciones que hoy atraen tanto a locales como a turistas.
La propuesta no busca imitar tendencias extranjeras, sino narrar una historia propia en cada cóctel, lo que fortalece la identidad de una industria que hasta hace poco era incipiente.
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Impacto social y laboral
El auge de esta cultura líquida ha generado nuevas oportunidades de empleo. Jóvenes que antes buscaban trabajo en el extranjero ahora encuentran en la mixología un camino para crecer profesionalmente dentro del país. Esta dinámica no solo fortalece al sector, también contribuye a reducir la migración laboral.
El dato que marca la diferencia
Hoy, Katmandú concentra más de 40 bares de autor en operación, un crecimiento notable si se considera que hace apenas una década solo existían unas cuantas propuestas especializadas en todo el país. Esta expansión convierte a Nepal en un nuevo referente del mapa coctelero asiático.
